El desfile

Las turbas forman parte de la procesión Camino del Calvario, esta se celebra en la madrugada de Viernes Santo y es la heredera de la procesión de los nazarenos que comenzó a celebrarse en 1616.

Como es lógico esta procesión ha evolucionado a lo largo de estos siglos, pasando por muchas vicisitudes y llegando a la que actualmente se conoce como Camino del Calvario, también conocida en muchos lugares como la «procesión de las turbas».

Las turbas son un componente más de la procesión, en ella aparecen siempre a través de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Salvador ya que se encuentran vinculadas a ella. Forman parte de desfile también las hermandades de San Juan Evangelista y Nuestra Señora de la Soledad (de San Agustin).

El desfile se desarrolla en el siguiente orden, en primer lugar las turbas, a continuación la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, seguidamente la hermandad de San Juan Evangelista y por último cerrando el desfile procesional la hermandad de Nuestra Señora de la Soledad.

Las turbas siempre preceden a Nuestro Padre Jesús, colocándose por delante de su guión. Ya que representan las masas que hacían mofa a Jesús camino del calvario.

A cualquiera que haya visto otras procesiones de Cuenca, lo primero que le llamará la atención es la indumentaria de los turbos, la vestimenta que portan es la perteneciente a cualquier hermandad de la Semana Santa conquense la, diferencia consiste en que el capuz que en otras procesiones va armado, en esta ocasión se lleva atado al cuello, con la cara descubierta, portando tambor enlutado o bien clarín, mientras que los nazarenos de las demás hermandades llevan el capuz armado cubriendo la cara y portando tulipas.

A las cinco y media de la mañana, con la plaza del Salvador llena de turbos, con un sonido ensordecedor, se abren las puertas de la iglesia, en ese momento, cuando aparece el guión de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús ( en adelante el Jesús) la turba incrementa, si es que eso es posible, el ruido de tambores y clarines, el momento es sobrecogedor, tras el, aparece la imagen del Jesús seguido por el paso de Jesús Caído y la Verónica (este paso es conocido como la Verónica de las 6 o la caída) perteneciente también a la hermandad del Jesús, seguidamente hace aparición la imagen de San Juan Evangelista ( también conocido como el guapo o San Juan de la Palma) recibido igualmente con la misma intensidad que las imágenes anteriores, y como por arte de magia se hace el silencio, un silencio que sobrecoge, está apareciendo el guión de la hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, seguido por el paso del Encuentro de Jesús y la Virgen y por último hace aparición la imagen de Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín. Acaba de producirse uno de los momentos mas emocionantes de la procesión, LA SALIDA, en el cual hemos experimentado uno de los contrastes que caracterizan esta procesión pasando del mayor de los estruendos al silencio mas absoluto. Veremos a lo largo del desfile que estos momentos se repetirán.

Uno ve que el desfile comienza, vemos como las turbas, algarabía y tumulto preceden al Jesús, al que acompañamos, como decía un escritor de Cuenca que además es turbo, con nuestras plegarias de tambor y clarín. Veremos como el tambor toca constantemente, haciendo paradas para que toquen los clarines «a la que mueva», «a la que asome», es decir, cuando el Jesús es levantado en hombros para comenzar a andar, toca el clarín o cuando aparece tras tomar una curva. El paso del Jesús es siempre largo, llegando incluso a introducirse en la turba, el mismo paso lleva la Verónica. Aparece el San Juan que marca su paso al ritmo de la música, bamboleando la palma, el paso de la Soledad es un poco mas corto, apenas se mueven las imágenes.

El desfile discurre por la parte baja de la ciudad, y es, al comienzo de la subida, en Palafox donde se reúne un gran número de clarines, allí se espera la llegada del Jesús, y cuando está a la altura de los clarines se produce una de las clarinás mas impresionantes de la procesión, el Jesús responde con un «baile» mientras los turbos ya casi sin aliento siguen haciendo sonar sus clarines, y así se reciben también al paso de la Verónica y al de San Juan, respondiendo estos también con un «baile». En ese mismo punto aparece otra vez el silencio, llega la Virgen. La subida a la plaza mayor se realiza con las estrecheces propias de las calles y las aglomeraciones de los turbos que quieren estar junto al guión para tener más cerca al Jesús, ahora en la procesión se ha añadido un nuevo componente que hace diferente la Semana Santa de Cuenca, el casco viejo de la ciudad, que parece diseñado para la ocasión.

Hemos llegado a la anteplaza, vamos a cruzar los arcos del Ayuntamiento para entrar en la plaza mayor, lo primero que uno piensa al ver la plaza es ¿pero todavía cabemos más? Los turbos se preparan para recibir a los pasos, así, entra en la plaza el Jesús, precedido por la turba, con ese movimiento que tanto aprecian los turbos, seguidamente la Verónica, San Juan hace su entrada bajo los arcos y es recibido con un ruido de tambores y clarines ensordecedor, el movimiento de la imagen portada por sus banceros se acentúa, de pronto, otra vez, el silencio cubre todo, nos envuelve a todos, hace su entrada el guión de la hermandad de Virgen seguido por sus imágenes, al paso de la Virgen los turbos recogen tambores y clarines como escondiéndolos, en lo que podría ser un acto de disculpa ante Ella por acompañar a su hijo hacia la cruz, este es otro de los momentos que quedan guardados y sobrecogen a los que presencian la procesión. Tras un descanso para reponer fuerzas comienza el descenso hacia la iglesia de la cual se partió, El Salvador. Ahora se hace mas difícil andar, las turbas descienden más lentas, esperando llegar a la iglesia de San Felipe (en este lugar la calle se hace un mas ancha). Si en la plaza parecía que era imposible que entrase tanta gente, este punto hacer creer en los milagros, no cabe nadie más, el sonido hace retumbar el suelo, el Jesús aparece y se coloca frente a las escaleras de la iglesia, en ese momento de súbito calla la turba y el coro entona el miserere, los turbos lo cantan en su interior, al llegar a la última nota la turba rompe el silencio y los tambores y clarines tocan sin cesar, esto mismo sucede con el paso de la Verónica.

El desfile llega a uno de sus puntos más complicados, la marea humana que componen las turbas deben entrar por la calle más estrecha del recorrido, la calle del Peso, tras no pocos apretones llegamos a la recta final, la bajada a la iglesia de El Salvador.

Ver aparecer la imagen de Jesús por la calle Solera, con los turbos de clarín tocando hasta la extenuación, pone los pelos de punta, bajar hacia la iglesia, con el movimiento del Jesús y de la Verónica, y por supuesto de San Juan es otro de los momentos que marcan, y así sin terminar de reponerte de tantas emociones, llegamos al punto del que salimos, los turbos no paran de tocar para despedir al su Jesús, a su Verónica y su San Juan y de nuevo el silencio sobrecogedor para recibir las imágenes del Encuentro y de la Virgen, se cierran las puertas, abrazos a los compañeros de desfile y alguna lágrima que otra, se despiden. Y pensando en el Jesús una despedida, o hasta el año que viene si TU quieres.

En este texto hemos tratado de describir como es la procesión, tenemos que reconocer que es muy difícil, por no decir imposible, plasmar en papel lo que los turbos sentimos la madrugada de Viernes Santo (aparte del frío que siempre acompaña), no se pueden explicar en palabra los sonidos, los silencios, el colorido, el entorno, las sensaciones, los nudos en la garganta o las lágrimas al ver aparecer al Jesús, ese fin de procesión donde dices bueno he estado un año más, esperando estar el siguiente, el cariño del padre cuando ve que sus retoños siguen la tradición, en fin. No se puede expresar en palabras aquello que hace se nublen los ojos, pero si algo está claro es que todo aquel que contemple esta procesión seguro que no ha quedado indiferente y que ha sentido algo que no ha sabido expresar.

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